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¿CÓMO ENFRENTAR LA PÉRDIDA DEL CÓNYUGE?

Por: Evelio Cruz*


Viudo o viuda, es la persona que ha perdido a su cónyuge y no ha vuelto a casarse. La viudez no es sinónimo de olvido, no es suponer que aquello no existió, tampoco se trata de sustituir lo que se perdió, porque no era un objeto, sino una persona cercana e íntima.

La Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría dice que:

“La muerte del cónyuge interrumpe un proyecto de vida en común y modifica, necesariamente, de modo mucho más marcado que en otras pérdidas, la continuidad del curso biográfico. Los estudios clásicos de series en duelo, se han ocupado hace tiempo de éste fenómeno. Hay consenso en considerar la muerte del cónyuge como estrés psicosocial extremo, da lugar a una crisis, a un cambio de rumbo en la vida. Esta pérdida, junto a la de los hijos, es la más difícil de asumir y puede complicarse si el vínculo es problemático. Las relaciones muy estrechas, de signo positivo, ambivalente en exceso o simbiótico, pueden originar dificultades para la organización de la vida, independiente del otro cónyuge, aunque el tiempo permite, al menos en parte, la reorganización en la mayoría de los casos. Muertes repentinas, que modifican la situación y estabilidad del entorno, pueden producir una sensación de desamparo, de sobrecarga para afrontar solo la vida o el cuidado de los hijos o sentirse como un abandono. La casuística y evolución resulta muy variada”.

¿Cómo enfrentar la viudez?

Existen diferentes reacciones ante el fenómeno de la viudez, y dependerán de si el viudo, es hombre o mujer; de si el difunto era el proveedor del hogar; y de si la dependencia emocional y sentimental entre ambos era muy fuerte, entre otros.

Se afirma que las mujeres enfrentan el problema con mayor facilidad, ya que tienen habilidad para canalizar oportunamente sus sentimientos; algo que es más complicado en los hombres. Entendidos en la materia han concluido que en los matrimonios de larga duración las personas tardan más en recuperarse del duelo y tienen mayores probabilidades de caer en una depresión profunda y prolongada.

Factores que contribuyen a que el duelo siga su curso natural o se prolongue por más tiempo.

• El concepto que se tenga acerca de la muerte. Para muchos la muerte es un proceso natural como la vida, y la ven como algo normal y personal a la que hay que enfrentarse inevitablemente. Para otros, la muerte se traduce como una tragedia, que les arrebata de manera injusta e imprevista lo más querido.

• La causa de la muerte. Cuando el ser querido muere por una enfermedad prolongada, se tiene la oportunidad de prepararse mental y emocionalmente para lo previsible e inevitable; pero cuando alguien muere repentina y trágicamente, no hay tiempo para aceptar y asimilar lo que está sucediendo. El ser humano debe prepararse para las dos posibilidades. El apóstol Pablo sugiere: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo…”. (Efesios 6:13).

• La dependencia emocional o económica del cónyuge. En la relación conyugal se construyen lazos fuertes en lo emocional y sentimental. Romperlos es un proceso difícil y doloroso, al que no todos estamos dispuestos a aceptar, ni preparados para someterse. Se necesita estar bien asidos de Dios y de sus promesas, para soportar el dolor de la separación.

• El concepto escatológico. Los que hemos creído en Cristo tenemos una esperanza fundamentada en las promesas de Dios. Creemos en una vida futura después de la muerte y hacemos nuestras las palabras de Jesús que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; y el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Pablo refuerza nuestra esperanza escatológica al afirmar: “Por el pecado de Adán todos fuimos castigados con la muerte; pero gracias a Cristo, ahora podemos volver a vivir. Cada uno resucitará a su debido tiempo: primero Cristo; después cuando él vuelva, resucitarán los que creyeron en él” (1 Corintios 15:21-23). “Hermanos míos, queremos que sepan lo que en verdad pasa con los que mueren, para que no se pongan tristes como los que no tienen esperanza. Nosotros creemos que Jesucristo murió y resucitó, y que del mismo modo Dios resucitará a los que vivieron y murieron confiando en él” (1 Tesalonicenses 4:13-14).

El duelo paso a paso

El consejero Carlos Ramos, en su presentación del tema, dice que “la experiencia del duelo es personal y que depende de la personalidad del viudo y del significado que le otorgue a esa pérdida en su vida”. Añade que el duelo puede vivirse en cuatro etapas:

1. Negación. La reacción más natural hacia la muerte de un ser querido es la negación.

2. Rabia. Sentir rabia por el abandono de ese ser querido que ya no volverá. Hay sentimientos de injusticia: ¿Por qué a mí?; y también culpa: “esto es mi culpa”.

3. Angustia. Es la etapa más larga y se acompaña de estados depresivos.

4. Recuperación. Recuperación de la pérdida y comienzo de proyectos personales.

¿Qué se debe hacer?

1. Llorar la pérdida de un ser querido no es signo de debilidad, sino la expresión tácita de la naturaleza humana. Es necesario dejar fluir los sentimientos en su máxima expresión.

2. Compartir el sentir con nuestros seres queridos y amigos que en esos momentos se vuelven en un apoyo moral de gran significado y valor.

3. Emprender un proyecto de vida que se ajuste a nuestra nueva realidad y no dejarse vencer por la soledad, el desánimo y la depresión.

4. No rehusar la consideración y el apoyo que nos quieran brindar los familiares, amigos y hermanos cercanos.

5. Pedir ayuda cuando la necesitemos.

6. Resolver los problemas que se presenten cotidianamente. Vivir el presente y no temer al futuro.

7. Apoyarse siempre en Dios y dejar que el tiempo vaya suavizando el dolor. Séneca afirmó: “La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor”. En el caso de un hijo de Dios, la muerte es un regalo y un favor. Mediante ésta rompemos amarras con este mundo y entramos a la libertad plena y al disfrute de las eternas bendiciones de Dios.

Dejamos atrás el dolor y sufrimiento, los avatares y sinsabores de la vida, las penas, preocupaciones, tristezas, el temor y desaliento; y hacemos nuestra la inmortalidad y la comunión eterna con Dios; pues como dijera Stanislaw Jerzy Lec: “La primera condición para la inmortalidad es la muerte”. El escritor francés Francois Mauriac (1905-1970) escribió: “La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.

La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”. Como la viudez es una experiencia inevitable para los seres humanos y, obviamente, para nosotros los pastores, informémonos y preparémonos para esta eventualidad. Muchos consiervos ya viven esta etapa de la vida y de alguna manera se la han arreglado para enfrentar y superar esta dura realidad. A los que aún no hemos pasado por ese valle de sufrimiento, oremos y llenémonos de las promesas de Dios, eso nos ayudará y equipará para que en su momento ayudemos a nuestros miembros que enfrenten la viudez.

¡Que la bendición del Todopoderoso nos fortalezca! ”

 

*El autor es el Director de LUZ Y VIDA, prestigioso medio de comunicación escrito de las Asambleas de Dios de El Salvador.

 

 

 
 

 

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