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UN ENFOQUE BÍBLICO A LA CRISIS ECOLÓGICA MUNDIAL

Por Augusto Ferrufino Aguilar*

 

Cuando hay una situación inestable, oscilante, entre dos o más fuerzas contrapuestas, encontrándose casi equilibradas, entonces decimos que hay crisis. Por ejemplo: la contraposición entre la producción y el consumo,  entre hacer el bien o el mal, entre superar un “estado reservado” o fallecer…Las crisis se presentan en los campos social, biológico, químico, físico, de conciencia,…

Muchas veces, para resolver una crisis será suficiente una pequeña superioridad de autoridad, de crédito, de frecuencia, de temperatura, entre otras.  Dependiendo del bando en que uno/a se encuentre, así desea que la resolución sea a favor de la fuerza que a uno/a lo congrega.  Ese deseo, esa preocupación y lucha porque se logre una resolución favorable es más vehemente e intensa en cuanto más y mejor informado esté. Y, mejor aún, más convencido/a.

En el planeta en que habitamos y en materia del ambiente en que actuamos operan dos fuerzas que chocan constantemente entre sí y generan ese estado falto de estabilidad.  Es por eso que la temperatura baja y sube.  Cuando viajamos en un autobús respiramos aire “puro”, pero nos obligan sorpresivamente a ser fumadores/as involuntarios/as. En la mañana nos bañamos con agua clorada, y en la tarde lo hacemos con lluvia ácida.

Como nosotros siendo peregrinos convivimos con criaturas lamentablemente aún no salvas y en una misma casa, el planeta tierra, tenemos y debemos referirnos a ello.  Es necesario hablar de la casa, que en griego se conoce como “oikos” de donde deriva el vocablo Ecología, cuyo campo de estudio es sencillamente capital para todo viviente, ya que trata de la relación de éstos (los seres vivos), y el medio en que viven.

Un estudio de tan grande trascendencia como este, quedaría corto, incompleto e improductivo si no se hiciera con el poderosísimo auxilio de la Biblia.  Vamos pues, a grandes pinceladas, a referirnos un poco a lo que se ha estudiado en esta parte de la Biología, la Ecología. Pero insistimos, recordando lo dicho en la siempre actual Palabra de Dios.
En Génesis 1:31 leemos: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.   En la creación, el ambiente tenía bondad, no estaba deteriorado, era agradable, excelente. Pero hoy el medio ambiente no sólo es peligroso, contaminado y empobrecido en no pocos elementos vitales, sino que es desagradable en muchos de ellos, y además, está empeorando.

En lo atinente a la salud pública, el saneamiento deficiente y el agua contaminada, provocan la muerte de más de 12 millones de humanos por año (Hinrichsen 2007).
En nuestro país, debido a la evaporación y al maltrato de la tierra, ésta se ha erosionado. De toda el agua que cae, el 67%  de ella se pierde. “Nuestra oferta hídrica, recibida por la lluvia es de 38,283 millones de m3, nos quedan entonces sólo 12,633 millones de m3 de oferta disponible…En el tiempo en que son más fuertes los calores (Canícula) el 23% del territorio nacional es afectado”. ¿Qué nos falta? Dejar de ser consumidores de agua y pasar a ser gestores de ella.  Nos falta dejar de ser contaminadores del agua, pasar a ser guardianes del ella.
¡Urge que vivamos los mandamientos del Señor! Él, 1444 años AC en Levítico 26:3-4 dijo: “Si anduvieses en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto”.

Entre las causas del cólera en Londres se encontró la de beber aguas servidas sin tratar (Snow 1855). Agua que a lo mejor porta metales pesados como el plomo, el mercurio, el cobre y el arsénico, varios COP (Contaminantes Orgánicos Persistentes) y plaguicidas ¡Cuánto compatriota nuestro bebe de ellas!

Se espera que la cobertura para el saneamiento ambiental esté llegando al área rural y que haya mejorado en el área urbana, ya que para el 2002 sólo era del 86.67%.  Con el resto contaminábamos y…lo continuamos haciendo.

¿Qué hay del aire que respiramos?  Pues… véase solo un dato preocupante.  Con nuestras emisiones nacionales de gases, contribuimos en la destrucción de la capa de ozono y en incrementar el efecto invernadero.

La contaminación del aire causa la muerte de 2.7 millones de personas todos los años.  Mujeres y las niñas constituyen la mayoría de las víctimas por contaminación del aire en interiores, y esto, debido a que son ellas las encargadas de cocinar.
“Si en los países en desarrollo se bajaron a niveles más inocuos las partículas en suspensión, el plomo y el monóxido de carbono, se podrían evitar actualmente unas 700,000 muertes.

¡Qué triste es recordar que Dios paseaba en el huerto al aire del día! El mismo aire realmente puro que respiraban Adán y Eva ¡Cómo lo hemos arruinado! Lo hemos deteriorado también porque por ejemplo “en América Latina y el Caribe el número de fumadores durante el 2008 asciende a los 101 millones”.  Es en la vida intrauterina cuando se produce el daño más severo del tabaco.  El tabaquismo materno tiene entre otros, los siguientes efectos durante el embarazo: desprendimiento de la placenta, síntomas de muerte súbita neonatal, retraso del crecimiento intrauterino (con su secuela de bajo peso al nacer), parto prematuro. Por ello el periodista Jorge Ramos de la Cadena UNIVISIÓN llama a París en uno de los matutinos nacionales “ciudad líder sin humo” y agrega: “Dentro, sentados, se toma el café.  Afuera, parados, se fuma y se muere”
¡Cuánta razón tuvo nuestro amado Espíritu Santo al insuflar en el proverbista sagrado! “El avisado ve el mal y se esconde, mas los simples pasan y llevan el daño” (Prov. 27.12)

Retomando el tema de la tierra, nuestro planeta, Dios mandó 1444 años AC a través de Moisés: “Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos.  Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña” (Lv. 25: 3-4).


La desobediencia, codicia, modernidad y la presión poblacional le han dado  -lamentablemente- un trato muy distinto a la tierra.

La ecología nos dice, por una parte, que las tierras fértiles ya se cultivan; las que no, son las pobres (esto hace limitadas las tierras arables). Por otra parte, -debido a que las fincas de las familias campesinas se dividen en parcelas cada vez más pequeñas- para cada nueva y más numerosa generación de herederos, las fincas campesinas se contraen. Pero lo más grave es que la tierra se degrada.  Se calcula que año con año la degradación de la tierra afecta en el mundo de cinco a siete millones de hectáreas.

Es innegable que cuando un suelo se trabaja en exceso, su desgaste por el agua y el viento es más rápido. A lo anterior se agrega el erróneo uso de productos químicos que podrían envenenarla, así como perderse a medida que las ciudades cobran más y más espacio, especialmente en los países en desarrollo como el nuestro.


En El Salvador más del 50% del territorio nacional está siendo inapropiadamente utilizado. ¿Sabía usted que se ha llegado a reportar “tasas de erosión de 59 millones de toneladas de suelo? Y ¿sabía usted que esa pérdida “es equivalente a un terreno de 45.42 Km2 de superficie con un metro de profundidad?

Hay mucho de qué hablar en cuanto a materia medioambiental se refiere, pero el espacio lógicamente nos limita.  Será en otra ocasión cuando hablemos de degradación del ambiente tratándolo desde la focalización de la desertificación, del clima, de la pérdida de bosques, de la degradación de las costas, de las limitantes al suministro de alimentos, de la contaminación de los océanos, del sufrimiento y de la pérdida de la diversidad biológica, de la densidad biológica, del consumo de drogas lícitas e ilícitas, de la prevalecía en el consumo de éstas, de sus efectos, de las huellas ecológicas de las naciones, de los déficit alimentarios, de las megas ciudades, del reciclaje, de los problemas de riego, de la pérdida de arrecifes de coral, de las extinciones, de las subvenciones ambientales destructivas, de la procreación desordenada, sin amor y por ello irresponsable, etcétera.

Por hoy, sólo me resta repetir las palabras de Tri Robinson un especialista en ecología durante el apogeo del movimiento ambientalista de la década de los años 60: "Hemos sido llamados claramente a ser mayordomos de lo que Dios nos ha dado. Aunque se nos ha concedido el dominio sobre la tierra, eso no significa que podemos destruirla”

Evitemos todo tipo de contaminación. Ayudemos a recuperar en lo posible el buen ambiente que Dios nos regaló.

 


*El autor ha sido catedrático en distintas instituciones de educación superior en nuestro país: Universidad de El Salvador, Evangélica, José Matías Delgado, Don Bosco, Francisco Gavidia, entre otras.
Además, ha trabajado como Director del Departamento de Adultos, Básica y Planificación del Ministerio de Educación de El Salvador.
También fue docente, Decano, Vice- Rector y actualmente Rector de la Universidad Cristiana de las Asambleas de Dios (UCAD)

 

 
 

 

 
 

 

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