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EL CRISTIANO ANTE LA CRISIS ECONÓMICA ACTUAL

Por Melvy de De León*
guatemala@crown.org


Crisis (del latín crisis, a su vez del κρ?σις) es una de en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a; especialmente, la crisis de una. Pueden ocurrir a un nivel personal o social. También designar un cambio traumático en la o de una persona o una situación social inestable y peligrosa.


Se habla mucho de crisis en nuestros tiempos. Las hay en el ámbito político, ambiental, religioso, familiar…Al menos eso se dice. Los medios informativos se encargan de mantenernos al tanto de cómo evoluciona cada una de ellas.


Es posible que pasemos inadvertidos este tipo de noticias, pero difícilmente ignoraremos aquellas que nos advierten sobre una crisis económica: que incrementan los precios del petróleo, de la canasta básica, la educación, los servicios médicos y que el costo de la vida es cada vez más alto. Suena preocupante ¿verdad? Más aún cuando llegan los incesantes cobros de bancos, casas comerciales, operadoras telefónicas, abastecedoras de agua, energía eléctrica… y el salario, apenas alcanza.


Pero aún en medio de tan desalentadoras noticias, el cristiano tiene una sólida esperanza: Dios. Puede descansar en él, pues ha prometido caminar a su lado en cualquier situación difícil: “Aún si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno, porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta.”  (Sal. 23:4).


Indudablemente Dios está interesado en sus aflicciones, preocupaciones, necesidades carencias, incluso en proveerle para que usted pueda salir de sus deudas. Sin embargo, es importante aprender a reconocer las ataduras económicas que nos esclavizan.  Y  mucho más, que aprendamos a librarnos de ellas.  Cuando la libertad financiera llega a nuestras vidas, se hace evidente en cada aspecto de nuestra existencia. Hay alivio de preocupaciones y tensiones por cuentas atrasadas, una conciencia limpia delante de Dios y los hombres y además la plena seguridad de que nuestra situación financiera está bajo control.  Pero la pregunta persiste ¿Cómo enfrentar la crisis económica? Permítame proveerle algunos principios:


1. RECONOCER QUE DIOS ES EL DUEÑO
 “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan” (Sal. 24:1)

El primer principio que necesitamos aprender es: reconocer a Dios como dueño de todo lo que poseemos. 
Mi esposo y yo creíamos que éramos los mejores administradores: cero deudas y buen uso de la tarjeta de crédito. Nuestro problema fue creernos amos de todo lo que teníamos.  No fue sino hasta que obedecimos este principio y reconocimos a Dios como propietario de todos nuestros bienes, que empezamos a experimentar libertad financiera.
Ahora, cuando el carro tiene fallas, le decimos: Señor, ¡tú eres el dueño!
Cuando Dios maneja nuestras finanzas, no tenemos por qué preocuparnos. Si están bajo su completo dominio, seguramente también nos guiará a tomar buenas decisiones financieras. La aplicación práctica que debemos tomar es entonces entregarle a Dios el absoluto control de todos nuestros bienes ¿Le entregaría usted a Dios todo lo que posee? 

 

2. ACEPTAR NUESTRO ROL DE ADMINISTRADORES
“Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies.” (Sal. 8:6)

El primer principio colocaba a Dios como propietario de todos nuestros bienes, el  segundo, nos ubica a nosotros en el rol de administradores.  Un administrador es la máxima autoridad después del dueño, tiene la responsabilidad de manejar cuidadosamente las propiedades y asuntos de la casa de su señor.
Respecto a las finanzas, los seres humanos hemos provocado un grave problema: nos creemos dueños y no administradores.  Vivimos lamentablemente en un equivocado sentido de la propiedad privada. Pensamos “como esto es mío puedo hacer con él, lo que quiera”. ¡Qué exorbitante error!
Debemos aprender que si Dios es el dador de los bienes espirituales y materiales, entonces nuestro papel se limita a administrarlos siguiendo sus criterios, porque un día daremos cuenta de ello.  Ahora, una adecuada administración requiere de planes estructurados que nos garanticen el éxito en nuestra labor de dirigir y controlar. El siguiente principio nos guiará hacia ese camino.

3. ESTABLECER UN ESTILO DE VIDA RAZONABLE
“Hazme saber, Señor, el límite de mis días y el tiempo que me queda por vivir, hazme saber lo efímero que soy…un soplo nada más es el mortal, un suspiro que se pierde entre las sombras.  Ilusorias son las riquezas que amontona, pues no sabe quién se quedará con ellas.” (Sal. 39:4-6, NVI).

Nuestro problema con el dinero, no radica en cuánto ganamos, sino en cuánto y cómo lo gastamos.  Por ello es imprescindible establecer un estilo de vida razonable. La mayoría de gente vive de la apariencia y precisamente eso, es lo que les ha llevado a adquirir deudas de consumo.  En este principio la palabra clave es: límites. Si no los fijamos, nunca nos saciamos ¡así somos los seres humanos!

4. ELABORAR UN PLAN ESCRITO
El siguiente paso que debemos dar es diseñar un plan escrito. Es absolutamente necesario para cualquier individuo o familia que vive bajo la esclavitud financiera.  Consiste en realizar una lista de todos los gastos en orden de importancia. Ubicarlos en ese orden es trascendental, porque al parecer, hemos perdido el punto de referencia entre lo que es una necesidad, un gusto y un deseo. Examinemos sus diferencias:

Necesidades: Son las compras que hacemos para proveer lo básico, como: el alimento, la ropa, el trabajo, vivienda, educación, salud, entre otras cosas.
Gustos: Son aquellas cosas que satisfacen una necesidad básica en nuestra vida, pero son de mejor calidad. Por ejemplo, usted puede elegir un filete, en vez de carne molida. Tomar un taxi, en lugar de caminar al trabajo.
Deseos: Son las cosas que nos gustaría tener, pero que no son necesidades básicas para nuestra subsistencia.  De acuerdo con el plan de Dios, los deseos sólo pueden ser adquiridos con fondos excedentes, después que todas las otras obligaciones se hayan cumplido.

 

5. CONFIAR EN QUE DIOS PROVEERÁ
Uno de los mayores problemas que enfrentamos en la cultura latinoamericana es creer que el rol de “proveedor” le compete únicamente al hombre.  Este patrón aún se conserva en muchos hogares, donde la esposa se dedica a las labores domésticas y él a la provisión financiera.  Con el paso del tiempo las cosas han ido cambiando y debido a las exigencias económicas de los últimos años, la mujer también ha participado activamente aportando a las finanzas familiares.
El Dr. Andrés Panasiuk menciona en su libro “Cómo llego a fin de mes” que Dios provee algunas veces a través de la mujer; otras, a través del varón; algunas, a través de los dos y otras ¡a través de ninguno de los dos!  
Génesis 22:14 nos revela uno de los tantos nombres atribuidos a Dios “Jehová Jireh”  que significa “El Señor proveerá”.   El quinto principio se basa en reconocer que Dios promete satisfacer nuestras necesidades. Y es predecible, porque sabemos que lo hará, pero impredecible en la manera cómo lo hará.

La Biblia nos enseña en el Salmo 90:10-12 que la verdadera sabiduría fluye cuando entendemos que nuestra vida es corta y por ello nuestros pensamientos deben centrarse en Cristo.  Por ello es que en la tierra debemos disfrutar de una relación íntima con Dios, y en el cielo, recibir las más grandes recompensas.  El obstáculo más grande que tenemos para cumplir esa meta es nuestra manera fracasada de ver la vida presente y la incapacidad de ver nuestros recursos económicos a la luz de los lentes de la eternidad

 

*La escritora es conferencista de nacionalidad guatemalteca, especialista en temas de mayordomía integral y psicología familiar.
Trabajó durante 15 años en la Asociación Evangelística “Luis Palau”. Actualmente es Directora Nacional de Conceptos Financieros Crown-Guatemala, una institución cristiana que se dedica a la educación y orientación financiera.

 

 

 
 

 

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