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¿PRIMICIAS, DIEZMOS Y OFRENDAS EN EL SIGLO XXI?

Por Héctor Guillermo Calixto Navarro*
hguillermo@msn.com

 

La administración de los fondos de la iglesia del Señor es una gran responsabilidad que recae en los que se ocupan en la inversión de estos recursos. Los responsables de traer las ofrendas para que no falte  en la iglesia somos todos los cristianos, incluyendo a los Pastores. Este recurso es el que suple las necesidades que demanda la obra de Dios, incluyendo el sostenimiento de los que sirven en el altar y el mantenimiento y pago de los servicios públicos y otros rubros que se deben cubrir. De esta forma seguimos el modelo dado por Dios cuando ordenó a Moisés la construcción del tabernáculo en el desierto y el pueblo debía consagrar sus ofrendas para tal propósito y para el sostén de los que servían en el santuario.

Jesús no modificó la estructura original que sirvió de modelo para la iglesia que fundaría. Las nuevas generaciones han cuestionado esta ordenanza inútilmente, pues está respaldada por las palabras de Jesús: “Dad al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). En el Antiguo Testamento Dios dijo que existía una doble maldición para quien no apartaba lo que a Él pertenecía (Malaquías 3:8:10). A los fieles prometió tres bendiciones: Primero: “Abriré las ventanas de los cielos y derramaré bendición hasta que sobreabunde”. Segundo: “Reprenderé al devorador”. Tercero: “No dejaré que tu higuera en el campo sea estéril”.

Es importante entender cada una de las formas que Dios ordenó para canalizar las ofrendas del pueblo. Consideremos cada una por separado con su respectiva explicación y adaptación para nuestra época:

  1. Consagración de las primicias. Se traía el primer fruto de la cosecha, el primogénito de los animales y el primogénito de la familia (Éxodo 34:19-20). Esta disciplina honraba a Dios por ser el dador y dueño de los frutos del campo y de todo cuanto se recibía. Las primicias son una clase de sacrificios incruentos. En la actualidad, la iglesia puede y debe hacer lo mismo voluntariamente. La presentación de las primicias debe ser igual, traer el primer fruto de la cosecha y el primero de los animales que nacen en el establo. En la ciudad, es obvio que cambia, pero es aplicable también, consagrando el sueldo de la primera semana del año, por fe, ya que todo se debe a la bendición de Dios. Habiendo consagrado a Dios sus primicias, el hombre puede disfrutar con limpia conciencia del resto de sus bienes. Los administradores deben recibirlas con limpia conciencia e intensiones apegadas a los propósitos divinos. Actualmente algunas denominaciones e iglesias reciben primicias con ideas no muy sanas. Dicen que para bendecir al siervo o para respaldar un proyecto de fe, pero ocasionalmente, nada de eso se realiza. Esa es una  manera inadecuada de practicar una ordenanza bíblica que es de mucha bendición a los que la practican legítimamente.
  2. Consagración de los diezmos.Consiste en la consagración de la décima parte de todas las ganancias. No es la décima parte de lo que sobra, o un porcentaje que se consagra a Dios después de cubrir todos los gastos fijos y de emergencia, como hacen algunos. Esto aplica también con las cosechas de la tierra y con los animales; uno de cada diez pertenece al Señor. Es la décima parte de todo lo que se posee y se produce. En el caso del diezmo del ganado de vacas y ovejas, debían escogerse cuando los animales salían a pastar, y uno de cada diez era de Dios, indefectiblemente. De ese modo, no se daba oportunidad de escoger los animales inferiores, debían ser los mejores para el diezmo (Levítico 27:30-33). El diezmo de las cosechas de cereales y frutos, podía hacerse en efectivo. Y si deseaba cambiar algo, por algún motivo sano, debía pagar su valor y agregar el veinte por ciento.
  3. Consagración de las ofrendas. Una ofrenda es todo cuanto que se quiera y pueda ofrecer. En el Antiguo Testamento se habla de ofrendas de expiación por el pecado, ofrendas de acción de gracias, ofrendas voluntarias y ofrendas de paz. En nuestro tiempo la iglesia practica la recolección de ofrendas; ya son parte de nuestra liturgia cristiana evangélica, pues ayudan a impulsar múltiples proyectos para el desarrollo de la obra de Dios. El Soberano, en su propósito de formar un pueblo con un conocimiento integral, incluyó la práctica de ofrendar. Con la obediencia a esta ordenanza, sus hijos entenderían el beneficio de tomarlo en cuenta en la administración de los bienes materiales. Él desea que su pueblo comprenda que es el Todopoderoso a quien no sólo hay que pedirle, sino también, a quien debemos darle. Dios le dijo a Moisés: Di a los hijos de Israel que tomen para mi ofrenda; de todo varón que la diera de su voluntad, de corazón, tomareis mi ofrenda. Esta es la ofrenda que tomareis: oro, plata, cobre, azul, púrpura, carmesí, lino fino” (Éxodo 25:1-9). Estas eran dadivas del pueblo hacia Dios, entregadas a los levitas para el sostén del culto a Jehová, usándose en determinadas áreas. No eran para el sostén único del sumo sacerdote, sino de todos los que trabajaban en el tabernáculo, que fue sustituido por el templo que construyó Salomón. Ellos no podían comprar propiedades para sí, por eso les fue asignado vivir en propiedades dedicadas a Jehová el Dios de Israel. El pueblo sabía que todo lo consagrado era para el sostén de los levitas y para ayudar a los pobres de la tierra. Después que se establecieron en Jerusalén, todas las ofrendas eran usadas para las reparaciones y mantenimiento del templo; nunca los fondos fueron al bolsillo de alguien en particular. Los reyes tomaron responsabilidad en este asunto, desde David hasta Josías, hacían cumplir la ley con severidad, de modo que todo lo dedicado a Jehová tuviera su uso correcto. De no hacerlo así, vendría la ira de Dios sobre toda la tierra y sobre Israel especialmente (2 Crónicas 34:8-12).
  4. Problemas en la administración de las ofrendasLa sociedad ha cuestionado el dar para la obra de Dios, posiblemente a causa de la mala administración que han hecho algunos responsables de las finanzas eclesiásticas. No podemos negar que hay malos administradores de los ministerios cristianos, pero son la excepción y no la regla. El apóstol Pablo afirma que “El amor al dinero es raíz de todos los males” (1 Timoteo 6:10). Algunos ministros, lamentablemente, han perdido la brújula y se desvían por completo de los propósitos de Dios; abusan de los recursos de la Obra, pero tendrán su recompensa; porque nadie que le roba a Dios tendrá un final feliz.El hecho de que haya malos obreros no debe ser excusa para que caigamos en infidelidad financiera. Al contrario, nuestra obediencia permitirá que la obra de Dios triunfe y los malos administradores desaparezcan. Pablo dice: “Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:1-2). Esto no se aplica a los tesoreros o contadores solamente, es para todos los involucrados en el ministerio de la predicación. Muchos le han robado a Dios, pero consta que años más tarde,  cosechan la maldición descrita en la Biblia; su castigo es la quiebra financiera y la tristeza de nunca poder prosperar.

*El Pastor Héctor G. Calixto Navarro es Pastor Fundador de la Asamblea de Dios “Iglesia Hispana Emmanuel”, en la ciudad de Annapolis, Maryland, Estados Unidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

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