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JEREMIAS BOLAÑOS ANAYA:
                           SU VIDA Y MINISTERIO   

Por Rev. Ovidio Rivera
ovidiorivera@luzyvida.com.sv

 

Pastor de cuatro Asambleas de Dios, Presbítero de Distrito, Director del Instituto Bíblico “Betel”, Director Nacional de Misiones, Presidente de la Comisión Nacional de Evangelismo, Superintendente General por más de catorce años, entre otros ministerios que ha desempeñado en las Asambleas de Dios de El Salvador, además de Presidente de la Confraternidad de Ejecutivos de las Asambleas de Dios (CELAD) para el norte de Latinoamérica.  Esto es parte de lo que aquel tranquilo niño nacido en el seno de una familia humilde del departamento de Sonsonate del occidente salvadoreño ha realizado.  
Conozcamos los orígenes, costumbres, problemas, pruebas, y privilegios vividos en su recorrido por los ministerios de las Asambleas de Dios, además de sus constantes y lejanos viajes alrededor del mundo representando esta Corporación.

LYV: ¿Cuáles son los orígenes de Jeremías Bolaños?

JBA: Mis padres fueron cristianos a lo largo de sesenta años. Soy el cuarto de los siete hijos; las primeras dos murieron, luego nació Ezequiel y el cuarto en la lista fui yo.  Nací en un cantón que se llama Azacualpa, Armenia, Sonsonate. Para llegar de la ciudad más cercana al cantón, había que pasar dos ríos. Ese caserío es reconocido como la “Segunda Zona”; así nada más, porque en términos geográficos el lugar existe, pero legalmente no, pues no está registrado en la Alcaldía. Así que nací en un lugar que no existe, un lugar sin nombre. Quizás le llamaron la Segunda Zona, como quien dice: “El lugar del olvido”.

LYV: ¿Cuáles eran los nombres de sus padres?

JBA: Manuel Antonio Bolaños y Leonor Anaya de Bolaños; ya están con el Señor. Los dos fueron cristianos ejemplares. Mi padre aceptó a Cristo en la Iglesia Bautista, pero cuando llegó el mensaje pentecostal se trasladó a las Asambleas de Dios. Mi madre recibió a Jesús en un “campo blanco”; gracias a Dios ella vivía cerca de una iglesia del cantón Valle Nuevo. De esa manera se conocieron, se casaron y llegaron a ser muy felices; y de su matrimonio nací yo.

LYV: ¿Cuántos años tenía cuando aceptó a Jesucristo como su Salvador?

JBA: Asistí a la iglesia desde que nací, quizás desde que fui concebido, pues mi madre iba a la iglesia en el periodo de embarazo. Después fui en brazos de mamá. Me presentaron al Señor en una “Conferencia” en la Ciudad de Santa Ana.
A la edad de siete años, en una Escuela Bíblica de Verano, acepté a Jesús como mi Salvador personal. La maestra esa tarde hizo un llamado y pasé para entregar mi vida a Cristo.

 

LYV: ¿A quién identifica como su padre o madre espiritual?

JBA: Al hermano Santiaguito Magaña. Con el pasé mis primeros días de vida cristiana. Cuando él salía a visitar iglesias yo lo acompañaba. Él vivió en la casa de mis padres por algunos años antes de casarse. Frente a nuestra casita le habíamos hecho a él un ranchito; mi mamá le hacia la comida y le lavaba la ropa. A esas alturas yo ni había cumplido los diez años y ya comenzaba a conocer el ministerio por acompañar al hermano Santiago a las diferentes reuniones. Era como su pajecito. Mi primera maestra de Escuela Dominical fue la hermana Belarmina de Magaña, esposa de mi pastor, Santiago Magaña.

LYV: ¿A qué se dedicaron sus padres y usted en sus primeros años de vida?

JBA: Mi padre era un agricultor en pequeño. No teníamos tierras para trabajar; a raíz de eso mi papá alquilaba tierras y las pagaba a veces con dinero y a veces con lo que se conoce como “el censo”. Cuando no podía pagar con dinero el arrendamiento, era triste, pues lo hacía con la misma cosecha. Es decir, una gran parte de lo cosechado le quedaba al dueño de la tierra. Las mejores mazorcas eran para el patrón.

Aprendí la agricultura; sé cultivar maíz, frijol, arroz, maicillo y  todo trabajo de finca. Por aprender los oficios del campo no fui a la escuela, sino hasta que tenía doce años. Por eso mi vida de adolescente fue como la de un hombre que hacía todo tipo de trabajo.

LYV: Hablemos de sus hermanos

JBA: Siete somos por todos. Las primeras dos murieron. Después de ellas nació Ezequiel, luego Jeremías -este su servidor-, Ruth, Eliub Antonio y la última Rosa Marta. Mis hermanos al igual que yo aprendieron el trabajo del campo y mis hermanas a confeccionar ropa. Debo agregar que mi hermano Eliub Antonio murió a la edad de treinta y dos años, de una manera fatal: murió electrocutado frente a nuestra casa. Una prueba muy fuerte para nuestra familia. Quedamos solo cuatro, Ezequiel, su servidor y mis dos hermanas.

LYV: ¿Qué le hizo a usted tomar un camino tan diferente al de su familia?

JBA: Un llamado divino. Después que fui bautizado, la iglesia me colmó de privilegios: maestro y superintendente de Escuela Dominical, presidente de  jóvenes y diácono; privilegios que desempeñé estando muy joven. Así fue como comenzó todo. Yo salía a representar a los jóvenes de la iglesia ante el distrito. En una de esas actividades, en el cantón Ateos para ser más exactos, no tenía más de dieciséis años,  y recuerdo que en el culto de la tarde predicó el hermano Juan Bueno, y basó su mansaje en Isaías capitulo seis. Habló de una forma tan sencilla, tan convincente que Dios tocó mi vida. En ese momento él hizo un llamado a todos los que quisieran servir al Señor a tiempo completo y yo pasé al altar,  me quedé allí llorando más de una hora. Era sin duda el toque del llamado divino al servicio de Su Obra. Al volver a casa dije: “¿qué he hecho?”, “¿en qué me he comprometido?”.  Al contar a mis padres lo que había pasado, me dijeron: “Hijo, tú eres el que nos ayuda a trabajar la tierra, y nos eres útil en todo lo demás”. Eso me dejó pensando por un buen tiempo.

Pero no resistí el llamado, y de todas formas cuando estaba por cumplir mis dieciocho años me fui a estudiar al “bíblico” y no tuve otro camino más que salir al ministerio y servir al Señor. Pero como llegué al bíblico antes de cumplir dieciocho años no me querían recibir; pero el Director, un hombre de Dios, el hermano Waldo Nicodemus, me recibió después de interrogarme y me dijo: “Paga tus diecisiete colones, (que era lo que se pagaba en ese tiempo), compra los libros y acomódate en esta casa de estudios bíblicos.  Yo me sentí el hombre más feliz del mundo, pues iba a hacer lo que Dios me había encomendado. Esto sucedió en el año de mil novecientos sesenta y dos.

LYV: ¿Cuándo, cómo y dónde fueron los inicios de su ministerio pastoral?

JBA: En la misma semana que entré al Instituto Bíblico comenzaron a asignar los campos a donde mandarían a los nuevos obreros a desarrollarse como pastores. A mí me mandaron a un campo lejos de la ciudad, en el departamento de Sonsonate. Para llegar había que pasar Nahuilingo, la Hacienda Santa Cruz y varios caseríos y pedregales hasta llegar a las cercanías del pueblo indígena llamado Cuisnahuat.
 
LYV: ¿Cuántas personas habían en la iglesia a la que fue enviado a pastorear?

JBA: Es que no era una congregación formada; era una casa y sólo habían dos personas, el hermano Antonio, dueño de la casa, y su esposa Josefina. Ellos tenían problemas porque uno de ellos era divorciado y se había vuelto a casar, razón por la que la iglesia a la que asistían los había desechado. Entonces la pareja solicitó que fuera alguien para predicarles y ese alguien era yo. Por casi un año la congregación éramos tres, ellos dos y yo.

Luego organizaron un culto de cumpleaños y yo prediqué. Dios hizo un gran milagro, pues se convirtieron dieciséis personas y los hijos de la pareja al ver lo que había pasado decidieron congregarse con nosotros, de modo que en un sólo día se agregaron a la iglesia veintiuna personas.

LYV: ¿Recuerda su primer culto con las dos personas que lo recibieron?

JBA: Lo recuerdo muy bien. Ellos cantaron y yo prediqué. Por cierto cantaron himnos que yo no conocía, pues antes habían sido de otra congregación y usaban un himnario llamado Rayos de Luz, y yo sólo me podía los himnos del nuestro “Himnos Inspirados”. En todos los cultos ellos cantaban y yo predicaba, en cada reunión recogían ofrenda y yo me la gastaba.

LYV: ¿Pero estaba usted autorizado para gastarse esa ofrenda?

JBA: ¡Claro! Y así viví por mucho tiempo, sólo con las ofrendas que ellos dos aportaban. Debo agregar que no era suficiente y sufrí mucho. A veces comía y a veces no. Cuando ellos salían de la casa forzosamente tenía que ayunar. Difícil, pues yo venía de una familia que tenía lo necesario. Recuerde que la casa del agricultor lo tiene todo: maíz, frijoles, leche, huevos, moras, chipilines y mucho más.

LYV: Cuéntenos la más curiosa anécdota de esa primera experiencia como Pastor.

JBA: Para llegar a ese lugar tenía que pasar cinco ríos y en el invierno crecían y no se podía pasar. Entonces había un señor que se dedicaba a pasar a la gente al otro lado del río en una yegua, y cobraba la cantidad de diez centavos por persona. Un día me tocó el turno y en el trayecto me dijo este señor: ¿y “vos”  muchacho qué haces, sos pastillero, profesor o cura? Yo andaba con corbata (en el Instituto Bíblico de aquel tiempo era obligación que todos los alumnos debían lucir corbata en todas partes donde iban). Entonces le dije:”Yo soy Pastor, señor”. Y él, con una sonrisa burlona me dijo: “Ya vas a engordar muchacho”.

       SEÑOR DAME ESA MANZANA

LYV: ¿Qué le llevó a poner sus ojos en Pacita?

JBA: Conocí a Pacita en un evento en Santa Ana; en medio de la multitud yo la vi. En el campo, las señoritas, más cuando vienen de un lugar frío a una zona de altas temperaturas sus rostros se ponen de un color muy agradable, así como una manzanita. Yo vi a Pacita así.  Y sin saber nada de ella dije: “Señor, dame esa manzana”. Después la volví a ver en otra actividad. Más tarde fuimos, Fidel Molina y yo, en una gira recogiendo dinero para el Instituto Bíblico, a la iglesia donde ella se congregaba y me la volví a encontrar. De casualidad no había culto en la iglesia sino que se celebraba en otra casa, porque se había muerto un niño y la manzanita cantó las alabanzas.

LYV: Esto se está poniendo interesante, hermano Jere.

JBA: ¡Espérese que aquí viene lo bueno! A mí, ella me gustaba, pero no sabía qué hacer para conquistarla, pues vivíamos lejos. Jamás me imaginé lo que pasó. Resulta que me cambiaron de iglesia, y cuando llego a mi nueva congregación me recibió la hermana María Cupertina. Ella era la mamá de Pacita. Me dijo: “Aquí no hay templo: en nuestra casa hacemos los cultos y aquí mismo vive el Pastor, pues no hay casa pastoral. También aquí come el pastor. Además, en el culto de ayer nombraron a mi hija para que se encargue de su ropa y su comida en los próximos quince días”.  Entonces la hermana llamó, diciendo: “Anita, ven te voy a presentar con el Pastor”… y allí apareció la misma “manzanita”. No fueron quince días…   ¡todavía me sigue sirviendo el desayuno!

LYV: ¿Hubo otras candidatas aparte de Pacita?, ¿Cuáles fueron las razones por las que no clasificaron?

JBA: Habían dos jovencitas que me gustaban, y posiblemente el sentimiento era recíproco. Estando en el Instituto Bíblico pensé que ya debía buscar una novia para casarme y decidí escribirles a ambas para ver con quien convenía. Pero cometí un grave error, la carta que estaba dirigida a una se la mandé a la otra, y viceversa. Allí terminó toda ilusión, se enojaron y tenían justa razón.

LYV: ¿Cuántos años lleva junto a Pacita?

JBA: Desde el 15 de enero de 1966 a esta fecha, ya son casi 44 años.

LYV: ¿Cuáles han sido las más impactantes experiencias vividas junto a Pacita?

JBA: Nos casamos en Juayúa, Sonsonate. La ceremonia la hizo el hermano José Irene Granados (“Papa Chepe”). Predicó en el evento el pastor Cristóbal Ramírez. Vivíamos en (el cantón) San Juan de Dios, en la casa de sus padres.  

En más de cuatro décadas ha pasado de todo. Lo que más nos marcó fueron las dificultades económicas. Para Pacita era difícil salir de su lugar de origen para ir a pastorear conmigo. Nos mandaron a Sonsonate, del clima frío, al caliente. No crea que era fácil, más que todo para ella. En la nueva iglesia que pastoreábamos, durante un año, no sé si intencionalmente, pero no nos visitó ni la familia de Pacita ni la mía.

Lyv: ¿Recuerda alguna experiencia que haya tenido lejos de su esposa, puede ser en uno de sus viajes?

JBA: Estuve lejos de ella durante treinta y cinco días, viaje del cual sólo regresé por un milagro de Dios. Esto pasó en Venezuela. Fui para predicar en ese país y viajé en un vuelo que casi termina en tragedia. El avión falló en el aire y no podía aterrizar. Estando en las alturas dijo el piloto a los sesenta pasajeros que viajábamos: “Estamos volando solo para agotar la gasolina, pues vamos a tener un aterrizaje forzoso; aterrizaremos de “panza” y para no explotar vamos a terminar el combustible en el aire. Esto puede tardar varia horas”. Se terminó el aire acondicionado; no funcionaron las mascarillas con el oxígeno. Todo era una pesadilla. El problema era que el tren de aterrizaje no salía. Después de hacer varios esfuerzos y no poder  arreglarlo, el piloto dijo: “Esto se acabó, vamos todos a morir”.

En ese momento oré a gritos diciendo: “Señor, soy tu siervo y vengo de predicar; si he de morir, déjame que por lo menos vaya y me despida de los míos”. La gente estaba atónita y se desmayaban. Recuerdo que unas monjas que venían cerca de mí, gritaban y finalmente se desmayaron. Era un caos total.

Pero de repente, después de mi oración, se oyó un estruendo debajo del avión, las llantas por fin habían salido y pudimos aterrizar sin problemas. Fue un milagro. En la pista había ambulancias, médicos, la prensa y una gran conmoción porque se esperaba lo peor.

LYV: ¿Cuál de los misioneros es el que más impactó su vida?

JBA: Quizás por mis orígenes humildes yo veía a los misioneros como si fueran ángeles. Hoy sé que son ángeles, pero igual que nosotros. Antes, cuando ellos llegaban a predicar a nuestro cantón “uno casi se rendía en adoración a ellos”. A lo largo del ministerio he conocido hombres de mucha visión. Cada uno ha tenido una parte de influencia en mi ministerio. Un Arturo Linvall, nos enseñó a tener pasión por las almas; Richard Jeffrey nos enseñó que una campaña es un esfuerzo que no termina sino hasta dejar fundada una iglesia. Juan Bueno, es quien más influyó en mi carrera ministerial. Quizá nunca se lo he dicho, pero llegué a adoptarlo como mi padre ministerial. Junto a él aprendí varias cosas: su estilo de pastorear me impactó. Él no mandaba a los pastores asociados a visitar a sus ovejas, lo hacia él mismo. Nos enseñó a nunca escondernos de la gente, al final del culto él estaba en la puerta despidiendo a su congregación. Todos los misioneros que han venido nos han enseñado y ayudado muchísimo.

LYV: Los problemas que conlleva el ministerio son muchos y muy difíciles, ¿pensó dejar el ministerio en alguna ocasión?  

JBA: ¡Por supuesto! Las veces que fui amenazado de muerte. Era director del Instituto Bíblico. Una vez llegaron a la casa para liquidarme, pero el Ángel de Jehová me guardó junto a mi familia. Eran dos individuos que tocaron a la puerta; salí para ver quién era y gritaron:
         -¿Está Jeremías Bolaños? Les dije:

  • Permítanme, creo que está adentro; se los voy a llamar.

Mientras iba caminando sentía como que me caía una lluvia de balas sobre mi espalda. De inmediato llamamos a los hermanos que estaban en el Bíblico, y llegaron como cuarenta hermanos. Allí estaban aún los maleantes y se fueron al sentirse rodeados.

En otra ocasión nos pedían dinero que no teníamos. Nos amenazaron que si no lo entregábamos nos vendrían a matar. Lo único que hicimos con la familia fue tomarnos de las manos para esperar que nos llegaran a matar. ¡Otra vez Dios nos libró!

La otra ocasión en que quise dejar el ministerio fue después de una reunión del Presbiterio General. Fueron tan fuertes las discusiones y los desacuerdos que salí del salón de reuniones y me fui a la casa decidido a renunciar. Le dije a Pacita: “Vengo de una reunión amarga”. Mi esposa me dijo que lo pensara. Allí, una vez más, ella fue usada por Dios para ministrarme paciencia y valor. El factor salud jamás me ha hecho querer dejar el ministerio.

 

LYV: Platíquenos de su accidente en California, Estados Unidos.

JBA: Un milagro. Pensé que íbamos a morir. Veníamos de hacer unas compras con mi hija, mi yerno y mis nietos. Fue en septiembre de 2008. Fuimos impactados por otro vehículo. Dicen que bajé a como pude del vehículo y di auxilio a los demás, pero no recuerdo nada. Desperté hasta que ya íbamos en la ambulancia. Eso fue terrible para mí. Pacita iba en otra camilla y extendí mi mano y la sentí, le gritaba pero ella no respondía. Créame que yo pensé lo peor. Pero aquí estamos todavía, de pie y listos para seguir en la Obra del Señor.

LYV: ¿Si volviera a nacer a qué se dedicaría Jeremías Bolaños?

JBA: Volvería a servir al Señor en lo que él quisiera.

LYV: ¿Quién es el Pastor de las Asambleas de Dios de El Salvador que más admiró o admira si estuviera aún con vida?

JBA: (Piensa por unos segundos) El pastor Fidel Amaya, por su rectitud y manera de trabajar. Ha habido otros líderes connotados, pero a él lo admiré y admiro todavía.
 
LYV: ¿Cómo quiere que recuerden a Jeremías Bolaños las siguientes generaciones si Cristo tarda en venir?

JBA: Como un hombre de visión, de pasión y con un sentido de fidelidad a Dios.

LYV: ¿Qué considera que le falta que hacer en la vida?

JBA: Aprender inglés, griego y hebreo.

LYV: Dé tres consejos prácticos a los ministros para que lleguemos a coronar nuestra carrera.

JBA: Si todo lo que he dicho se olvida, que se recuerden las siguientes palabras: “Para un ministerio estable, digno y aprobado, uno necesita mil cosas, pero las básicas son estas tres: Primero: amar a Dios. Segundo: amar a la gente. “Nosotros no trabajamos con ganado ni en una granja”, si no amamos a la familia y a la gente con quien trabajamos no estamos completos. Tercero: hay que amar el trabajo que hacemos, porque es para el Señor”.

 

¡Tiro al plato! Respuestas cortas.

LYV: ¿Qué significan para usted Las Asambleas de Dios?

JBA: Buena Organización y mejor doctrina

LYV: Instituto Bíblico Betel

JBA: Merece nuestra atención y cuidado

LYV: Comité Ejecutivo

JBA: Mis compañeros.

LYV: La superintendencia

JBA: El gozo más grande

LYV: Cupinco

JBA: Visión en desarrollo

LYV: Pastores de las Asambleas de Dios

JB: A todos los quiero

LYV: Pacita

JBA: Fiel compañera de mi vida   

LYV: La Biblia

JBA: El único Libro

LYV: Jesucristo

JBA: Quiero verlo cara a cara

LYV: Santiago Magaña

JBA: Ejemplo de humildad

LYV: Centro Evangelístico

JBA: Amor profundo

LYV: Cita bíblica

JBA: Jeremías 33:3

LYV: Sus hijos

JBA: El mayor regalo de Dios

LYV: Juan Bueno

JBA: Bendición de Dios

LYV: La política

JBA: Instrumento de poder humano

LYV: Bodas entre el mismo sexo

JBA: Gran maldición

LYV: El ministerio pastoral

JBA: Deseo de Dios para los hombres
  
LYV: Revista Luz y Vida

JBA: Ser más oficial
  
LYV: Jeremías Bolaños

JBA: Que otros opinen

 

 

 

 
 

 

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